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Frente a la escalada de violencia: repudio y organización

En lo que ya parece una tradición, el gobierno aprovechó los meses de receso de verano para implementar despidos, recortar y eliminar políticas de salud, de tierra, de derechos humanos y para favorecer con privatizaciones y entregas a los grupos más concentrados.

A esta agresividad en las políticas se suma el hostigamiento discursivo que ha ido en ascenso en la última semana. Nos encontramos con que el presidente osa utilizar frases en las que designa a grupos políticos y sociales como “cáncer”, “enfermedad”, “partes a extirpar”. Estas metáforas organicistas, que fueron utilizadas en otros momentos de la historia, han sido siempre pájaro de mal agüero: funcionan como el fundamento de políticas de segregación, persecución y erradicación. La radicalización discursiva encabezada por el presidente de la Nación viola los artículos 212 y 213 bis del código penal.

En la alocución de Davos el presidente argentino distinguió los Derechos negativos -propiedad, vida y libertad – que serían los pilares de la civilización occidental, de los Derechos positivos que, según sostuvo, serían fruto de una tergiversación política. Es importante señalar que los derechos que el presidente considera que deben ser eliminados están consagrados por la constitución nacional y son derechos fundamentales para nuestra patria como la educación y la vivienda.

El discurso segregacionista del presidente se ensañó con lo que él denomina «los zurdos» -mote que pareciera aplicarse a quienes disienten de su mirada del mundo-, con las mujeres y la diversidad sexual, esgrimiendo razonamientos de lógica imposible, fundamentados en realidad en el odio. El mismo odio que vimos al fascismo descargar en diversos pueblos y en ideologías hoy se actualiza en este lenguaje que tiene formas nuevas y viejas prácticas de segregación.

Las y los docentes universitarios denunciamos esta escalada discursiva que horada los cimientos de la convivencia democrática. Creemos que los sindicatos tenemos un rol que cumplir ante la gravedad de la hora: no sólo cuidar, sino renovar la tradición comunitaria y democrática que hunde sus raíces en la historia de la sociedad argentina.

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